Llovió durante toda la noche y continuaba chispeando por la mañana. Desayunamos tranquilamente para ver si paraba pero no hubo suerte y tocó mojarse desde el principio. Cuando llueve durante la ruta te vas adaptando poco a poco, pero salir ya desde el minuto uno mojándose da mucha pereza.
A pesar de la lluvia disfrutamos de paisajes espectaculares, bosques interminables y con un verde que lo inunda todo. No encontramos a casi nadie por el camino, lo que muchas veces crea bastante incertidumbre, sobre todo cuando no puedes preguntar si vas bien o te has perdido, cosa que nos suele pasar más a menudo de lo que desearíamos.
Normalmente nos mantenemos durante la ruta con bocadillos, alguna fruta y galletas. Luego, por la noche, es cuando cenamos caliente. Ese día paramos a comer a medio día en un restaurante en el pequeño pueblo de Vseruby. Necesitábamos calentarnos un poco, la jornada era muy dura a causa de la lluvia y el frio. Frio en pleno julio, increible para nosotros.
Por cierto, una de las cosas que más nos gusta de Rep. Checa son los precios. La jarra de cerveza de medio litro a 1€ y un plato como el de la foto entre 3€ y 4€. Eso si, o sabes checo o alemán o ya puedes estar haciendo gestos con los brazos para imitar el aleteo de un pollo o o mugir como una vaca si lo que quieres es ternera.
Poco a poco y perdiéndonos de vez en cuando, llegamos a Nyrsko, donde sabíamos que había un camping. La señora de la recepción, que seguro que ya no cumplía los 70 años, solamente hablaba checo y alemán, pero puso tanto interés que nos entendimos muy bien con ella. Aunque acampar costaba tan solo 7€, preferimos dormir en una cabaña por 18€, que tampoco está mal de precio. El día había sido bastante duro y nos mereciamos un pequeño “lujo”.
Todos los supermercados del pueblo estaban cerrados pero tuvimos la suerte de que se encontraba abierta una pequeña tienda de alimentación de chinos y gracias a ellos pudimos cenar caliente esa noche.
Autokemp Nyrsko: 18 euros la cabaña.