Habíamos quedado a las 6 de la mañana con nuestro guia. Nos esperaba para enseñarnos las tortuguitas que habían nacido anoche (después de aproximadamente dos meses) y nos dio tres para que las devolvieramos al lugar de donde venian, el mar.
Caminamos 300 metros hasta llegar a la playa, hicimos una raya para simular la salida y dejamos que las tortuguitas se marcharan. Por instinto iban directas al mar. Había muchisimo oleaje, me cuesta imaginar que pudieran atravesar todas esas olas con la fuerza que tenia el mar. No obstante, el guía ya nos dijo que sólo iba a sobrevivir un 1% debido a los depredadores marinos.
Más tarde regresamos al homestay donde nos delaitaron con un desayuno de arroz. Y, al acabar, volvimos al techo del jeep.
Nos hicimos fotos y videos. Dimos mil saltos y nos dejamos el cuerpo, pero teniamos que estar ahí montadas observandolo todo.
Nos preguntó si queriamos acercarnos a la playa y nosotras aceptamos. Bajamos 550 escalones y al llegar, como era de esperar, habia un oleaje de película. No obstante nos acercamos un poco a la orilla mientras las olas nos movian de un lado para otro y nos metiamos algun que otro leñazo.
Regresamos al jeep y, en el cambio de coche nos dejaron ducharnos para sacarnos los kilos de arena que llevabamos encima.
Tres horas de coche hasta llegar de nuevo a Banyuwangi, recogemos la ropa que habíamos dejado para limpiar, comemos y nos vamos sl ferry que, en 50 minutos nos deja en la isla de bali.
Ahí cogemos un bus local enano, antiguo e incomodo para recorrer 103 km durante 4 bonitas horas. Luego compartimos taxi hasta Ubud.
Buscamos un lugar donde dormir. Nos cuesta bastante pues todo está cerrado pero acabamos siguiendo a unos mochileros y nos ofrecen una habitación digna de sultán.