No son ni las 6 de la mañana que ya nos hemos bajado del autobús. Las últimas horas ha hecho bastante frío, y eso que íbamos tapadisimas.
Al bajar del bus nos vienen unos cuantos indonesios para llevarnos al hotel. Educadamente reclinamos la oferta y caminamos. No llega a 1,5 km que ya estamos en la puerta.
Nos dejan pasar y guardar las mochilas. Nos sirven té y acabamos desayunando como dos gordas que no han comido en meses.
A las 8, aunque con sueño, salimos a visitar el pueblo. Es domingo y aún está todo cerrado. A las 6 sonaban las campanas y la gente entraba a misa. Ahora empezaban a abrir tienditas.
Hemos callejeado, situado el mercado, la lavanderia y hemos subido a una colina, con 300 escalones para ver las vistas del pueblo. Arriba nos hemos hecho fotos con gente local y, de bajada, hemos vuelto al hotel…
A las 10:30 nos daban la habitación, ducha y a dormir un rato. A las 14.00 saliamos a dejar la ropa a la lavanderia y en busca de un lugar donde comer…
La tarde a avanzado tranquila. Sin prisas. Nos hemos hecho un masaje tradicional y hemos comprado un postre típico de aquí.
Estamos muertas de sueño, así que vamos a dormir temprano que mañana empezamos el tour por la extensa región de Tana Toraja.