Después de una noche agetreada (las campanas a todas horas, despertadores varios y una cama con un cojin resbaladizos) empieza nuestra séptima etapa.
Todavia no llueve, así que nos apresuramos a salir cuanto antes. 8 de la mañana y ya estamos listas para rodar. Seguimos el camino sin mayor dificultad, sorteando charcos, barro y piedras.
A los 8 km, paramos a desayunar en una tienda-bar. Ahí empieza a llover así que enlazamos con una carreterita secundária. No obstante, ya teniamos pensado cogerla pues tocaba subir el puerto de la Bruja y por camino era impracticable.
La subida en bici no es tan dura como parece. Lo único malo es llevar el chubasquero empapado por fuera de agua y por dentro de sudor.
Arriba, me abrigo, ahora toca bajar y la llúvia a cesado. Lo que vendrá ahora son constante sube y baja, pero muy llevaderos.
Llegamos a Valença, último pueblo portugués (y precioso) y cruzamos un puente que nos entra al primer pueblo Gallego Tuí.
Hemos perdido una hora (adelantamos el reloj) y paramos en un bar a comer unas patatas. Cuando estamos listas para volver a empezar, cae un chaparrón, así que esperamos a ver si amaina. Y… así es. Por momentos parece que sale el sol.
Queremos avanzar porqué mañana la previsión es peor. Llegamos a Oporriño sin problema, compramos algo de cena para la noche y nos enfretamos a los últimos 16 km.
Sabemos que viene subida así que lo tomamos con filosofia. A los 6 km empieza una fuerte pendiente y la lluvia empieza de nuevo. Ahora parece que ya no va a parar. En un momento de crisis, empieza a llover súper fuerte, nos cae granizo y avanzamos como podemos en medio de la nada.
Por suerte, ahora toca todo bajada hasta Redondela, la lluvia ha aflojado casi del todo y solo el frio nos conjela los dedos de las manos.
Llegamos al Albergue más felices que nunca!.
Ducha hirviendo, limpiar ropa, picar algo, cenar y dormir… que pasará mañana?