Me despierto con los primeros rayos de luz. Mi mente sabe que hoy es el último día. No quiero. Quiero seguir… Pero mi aventura en bici acaba en la entrada a Rumanía, así que toca aceptarlo y seguir.
Desayuno con Toni y, tras preparar el equipaje en las alforjas, pedaleamos por un paisaje idílico, en una carretera perfectamente asfaltada (Nueva de hace nada) y sin casi tráfico…
El recorrido hace ondulaciones, subidas y bajadas y la última y más larga nos lleva hasta unas espectulares vistas del río, viendo como éste se estrecha y mostrándonos el dibujo de una cara culpido en la roca de la orilla rumana.
Toni tiene problemas con su portaequipatges pues le roza la rueda y hemos parado varias ocasiones para enderezarlo.
A las 11h llegamos al puente donde nos despedimos. Yo tengo que cruzar el control hacia Rumanía y a él le quedan escasos kilometros para pasar hacia Bulgaria. Nos despedimos con un fuerte abrazado, aún sabiendo que en algún otro lugar, nos volveremos a encontrar.
Paso el control policial, pasaporte en mano y sello. El reloj cambia automáticamente de hora. Sólo por cruzar el río hay que sumarle una hora más.
Pedaleo por un larguísimo puente y ya entro a Rumanía. Me quedan sólo 11 km hasta la estación de tren, 6 de los cuales discurren por una carretera con tráfico y coches a bastante velocidad. Por suerte sólo son 6km , luego entro tranquila por una especie de carril bici o peatonal a la ciudad, hasta llegar a la estación de tren.
Compro el billete de tren para llegar a la capital (unos 350km). Cuesta 9 euros y tarda 6 horas (aunque ha acabado tardando 7…). Mientras espero al tren, desmonto alforjas, ordeno las cosas y, cuando lo tengo todo listo, observo que hay una madre con dos hijos sentada en las escaleras de la entrada a la estación. Me dirijo con la bici, la tienda de campaña, esterilla y saco de dormir. Le hago señas diciendo si quiere la bici. Evidentemente no me entiende pero tras comunicarnos como indios, entiende mi proposición y de queda con todo. La veo contenta y a los niños, aún más.
Mas tarde, el revisor del tren me explica que esa señora no tenía dinero para viajar en el tren pero a veces se hacen excepciones y la han dejado viajar gratis y con la bici.
Paso 7 horas en el tren. Está en buenas condiciones, un RENFE de Barcelona. Al principio hace mucho calor pero a medida que van pasando las horas, el ambiente se va enfriando hasta que debo coger el jersey.
Ya estoy en Bucarest. Final de mi segunda aventura del verano. Ahora empieza la tercera, ésta vez sin bicicleta. Mañana llega Cristina y Oscar, vamos a visitar bien bucarest, en principio iremos a Sofía y finalmente estaremos 10 días por Turquía. A ver qué tal esta experiencia.